miércoles, 17 de febrero de 2010

Inciso 29



Es la espina más dorsal de mi existencia.
Es la primeriza hoja caída de mi otoño.
Es la asesina más buscada entre escombros.
Es la verdugo de los siguientes versos.

Cauteloso inclino mi ser hacia su triturado camino.
Desmemoriado espero moribundo su tenue desastre.
Mientras sonríe a espaldas del vagabundo mendigo,
ella pide limosna en estaciones fantasmas y mares.

Prepotente me embriago en calles luminosas,
espero callado su lumbral esquizofrénico e inevitable.
Solo un mensaje llega desde la orbita imperante,
es un simple merito obligado e insaciable.

Antes merodeaba que era imparcial y confundida.
Puñaladas criminales chocan contra mi pecho
y solo veo que es una mentira en ingenuas pupilas.
Sus huellas siguen notorias en el mango seco.

No hay palabra alguna que no sea bocado para su infortunio.
Cercas en grandes terraplenes mortifican sus dudas.
Susurra cánticos para profetas y sordomudos
en abiertos horizontes reviven mis cartas y penurias.

Iluso me refriego en expresiones desfiguradas,
soñé que eran sus gestos de importancia e interés.
Pero ! Que tonto es el hombre que desea querer!,
Un viejo refrán caucásico y olvidado desvirtúa mi ser.