domingo, 3 de junio de 2012

Soledades




1

Resulta que a Pedro le faltaba el amor, lo perdía todos los días en alguna esquina o el viento se lo llevaba junto a las hojas del otoño.  Un día a Pedro se le ocurrió una idea. Reconoció que había más demanda de amor que oferta de amor ; y así  abrió un comercio en su barrio para la soledad o , mejor dicho,  para los solos.
En una calle de Haedo está el bar de los solos. Ahí van los solos, las mentes solas,  las almas solas, las manos solas, los labios solos, las camas solas.
En el bar de los solos  lo que más se consume es chocolate. Ya dijo la ciencia que el chocolate produce un efecto químico en el cerebro similar al efecto que causa el amor.
A falta de amor las personas  van al bar a tomar sus submarinos, sus helados de chocolate, a comer sus tortas de chocolate, sus churros bañados en chocolate, cañoncitos rellenos con mouse de chocolate,etc.

2

El 18 de febrero de 1937 moría , a los 58 años, Horacio Quiroga. El gran escritor nacido en Uruguay decidía sobre su propio destino. En el Hospital de Clínicas de la Ciudad de Buenos Aires , Quiroga ingirió un vaso de cianuro para no sufrir el cáncer que lo consumiría.
Una vida marcada por tanta tristeza, dolor y tormento,  no podía terminar de otra manera. Pero al escritor de Cuentos de amor ,de locura y de muerte  , no era el cáncer lo que lo perturbaba como sinónimo de muerte  sino verse a sí mismo retorciéndose del dolor sin nada ni nadie que lo sostenga.
Antes , pero mucho antes que los médicos le diagnosticaran el cáncer, la vida le había diagnosticado soledad.

Lluvia 2


Jonateas por las calles
con lluvia  bajo los pies,
con lluvia arriba de tus ideas.
Almuerzas esperanza y cenas desolación.
Buscas buscar algo entre tus dedos,
algun bostezo perdido,
un grito sordo.
Hay algo que es un alguien
que espía durmiendo del otro lado de la calle,
suspira como espantapájaro viejo
y se derrite como vela al compás del fuego.
Ese alguien, que a veces es muchos alguienes
 y que otras veces no es nadie,
te ubica en línea recta hasta sus ojos;
te somete a la sensación de que ahí
y en cualquier lugar del mundo
nunca has existido sin su mirada.

Viajes

1

   Caminaba por las calles iluminadas de Ramos Mejía. Pasaba, veía gente, analizaba sus vestimentas, sus trotes. Llegó a la parada de colectivo de la línea 182. Se sentó en el banquito ,como todos los findes de semana, a esperar que ella bajara del colectivo que abordaba para ir a Ramos.
   Ya habían pasado tres meses y ella nunca apareció, pero de todas maneras el seguía recorriendo las calles iluminadas de la ciudad, sentaba su cuerpo en la parada del 182 y esperaba que ella volviera. Una imagen se le venía a la cabeza, la de la última vez que la vio bajar. Recordaba su andar, su sonrisa majestuosa, su cuerpo codicia de su ser, sus ojos de hermosura galáctica y su - Hola amor, te extrañe- que su boca expandía por el aire hasta sus oídos.
   Un día, cansado de tanto esperar, se subió al colectivo de recorrido opuesto que lo llevaría hasta donde ella vivía. Pasó por Haedo, Palomar, Hurlingam, San Miguel , hasta bajar en José C. Paz. Una sensación imponente le vibraba por dentro durante el viaje como si muchos pajaritos le recorrieran el pecho. Es que imaginaba que ella habría visto las mismas casas, las mismas avenidas,  los mismos carteles , y quién sabe,  la misma gente.
   Se sentó ahora en un banquito de la plaza que daba al frente de la estación de ferrocarril. Quizá, ella cruzaría y lo volvería a ver a él sonriéndole la vida.
   Eran las doce de la noche, a esa altura no le preocupaba si alguien le hacía algo. Las calles estaban desoladas y podía ser blanco fácil de cualquiera. Pero a él ya no le importaba nada, sólo volver a escuchar una sola voz entre las sombras.
  A  nadie , pero a nadie ,se le ocurrió robarle nada ; ya que con tan sólo verlo a él allí sentado sabían que una mujer le había robado todo.

2

Al cementerio de San Justo nadie le pintaba los muros. El cartel decía claro: " Respete este espacio y no dibuje los muros".
Posiblemente nadie se atreva a disgustar a los muertos. Nadie querría, aunque quisieran, interrupir el descanso infinito. Todos saben que hay que dejarlos ahí tranquilos. La vida ya se los llevó angustiándolos sin descanso por medio de la economía, algunas políticas, la indiferencia, la soledad, los desamores, el Imperialismo, las otras muertes, el egoísmo.
Todos saben que los muertos no quieren más lola, al igual que muchos vivos que todavía siguen sufriendo la economía, algunas políticas, la indiferencia, la soledad ...

Telas

ese amor prófugo
como un puñal que perfora los adentros soñadores
y remordimientos que van y vienen como las estaciones
la melancolía
como un sepulcro de estacas grises
clavadas en la cordillera de los pechos
de los vigorosos grillos que tapan tu sonido
estampida de mosáicos con tus piernas
caminantes en la pasarela de mi vida
y tu vida que me observa a lo lejos
presente del pasado que condena
subsiste a la dicha del engaño
a los pañuelos rojos que emites desde tus ojos
hacia mis ojos
cansados de mirar los límites perversos de la desolación
instante que muero sobre sábanas azules
paralelas al cielo de la noche
verticales a la superficie de tu sombra
perpendicular a tu cuerpo piel de estrellas
horizontal a los besos que fueron
y ahora no son.

Murmullos






Trazando algunas metáforas sobre el abdomen

que apoyas sobre el cuerpo encurvado de miedos,
con esa sustancia que emana del adentro
y vigilandote cautelosa
 la dialéctica que pretende tus brazos.

Con un frío que quema las pupilas negras
de tu llanto que se convierte en mi llanto,
contradicción anónima del ente imaginario
que pronuncia desde mi boca hacia tu boca
un sonido que reproduce el silencio,
olvido que se olvida de existir.

Puedo escribir miles de palabras
que no toquen ni en morfemas tu nombre,
pero con tu nombre puedo escribir
todas las palabras que describen el mundo,
ese contexto que te aliena de  las emociones
que ves distantes como astros
que te suplican una acción sin retorno.

Y todo se resume en el camino que trazamos,
un mondadientes que busca dónde instalarse
como un recuerdo plagado de circunferencias
que nos tocan el alma,
nos seducen el amor,
nos reflejan los ojos
y terminamos murmurando todas las palabras del mundo.