jueves, 31 de enero de 2013

Espera en Buenos Aires



                                            
                            " No nos une el amor sino el espanto, será por eso que la quiero tanto"
                                                 Jorge Luis Borges,  de su poema Buenos Aires



Trepan los fugitivos soñadores los árboles de cemento,
observan con el correr del tiempo
la ausencia tenaz que los acorrala.
Extrañan los fugitivos soñadores,
mientras el magma quema y sofoca
los pies con los cuales escapan del desamparo.

Allá a lo lejos se ve la nuca de los espectros agarrotados entre montañas,
escalan las nubes que en Buenos Aires se vuelven fuego;
y el alma ceniza que el viento abraza en soledad.

Cantan las chicharras desde kilómetros lejanos para que se las escuche
atropellando gritos entre los brazos huecos
de los precavidos soñadores que resisten,
repelando el olvido,
saboteando el recuerdo.

La espera se vuelve cicatriz,
se emborracha ante la fantasía del momento del encuentro
de las miradas de aquellos ojos que se habían dejado de ver;
se reconcilian los labios que se habían dejado secar.
Entonces los fantasmas fotográficos se poseen,
se azotan de contactos la piel,
se murmuran silencios al costado de la calle,
se agitan de tanto respirar.

jueves, 17 de enero de 2013

Conciliación de los sueños








  Soñó  que era un pedazo de grafito perdido en un lugar sin paredes que lo rodearan. Reiteradas veces soñó que no podía escribir palabras libremente aunque quisiera , porque el grafito se acaba, su acto tiene un principio y un fin. Su existencia radica en el acto de gastarse a cada línea que traza, por ende, su tiempo de vida era limitado y no podía mal gastar su vida en simples palabras.
    Al no tener paredes aquel lugar del sueño, el único lugar para escribir era el suelo de cemento gris como el pavimento. Cuando estaba dispuesto a trazar algo sobre el suelo, él, el soñador, se despertaba bruscamente con una sensación de terror que le circulaba por las venas.

   Un día se despertó sudoso, dolorido y cansado. Las sábanas de la cama estaban manchadas de un color gris. Todo hacía suponer que no le quedaba mucho tiempo.

   Pasaron días, tal vez meses, hasta que por fin el lapsus del sueño se extendió posibilitando dibujar sobre el suelo de aquel lugar . Se movió cuidadosamente , era un contorcionista aprovechando cada parte, cada centímetro de su cuerpo. Dibujó, con su propio cuerpo que era de grafito,  un rostro de mujer. Trazó cada detalle de ese rostro como un artista exquisito. Los labios hermosos,  ojos marrones eternos, las pestañas como ramas que salían del mejor de los árboles, el cabello cometa celestial enrulado. Todo. Con paciencia y con dedicación apasionada.

   Con el último de los movimientos, con el último de los suspiros, con el último detalle del rostro; el grafito se terminó y él nunca volvió a despertar.


   Ella sí despertó. Se levantó de la cama y dio algunos pasos hasta llegar al escritorio. Tomó un lápiz y escribió un nombre en la pared de su cuarto,  el nombre del artista que la dibujó en su sueño.


( El dibujo de las manos es de Miguel Ángel Aranda )

jueves, 3 de enero de 2013

Rieles 2







Entré y me senté a esperar. En la espera encontraba la sanación a esas calles húmedas porteñas cubiertas de soledades andantes. Me senté a esperar. Me senté en una silla de uno de esos bares que decoraban la Avenida  Corrientes.

   El bar, que ya no recuerdo el nombre aunque quizá nunca lo supe, tenía en sus paredes fotografías blanco y negro de viejos ferrocarriles. Posiblemente las fotografías daten de principios del siglo XX. La relación de los ferrocarriles con la estructura del bar llamó mi atención,  las columnas que sostenían el techo del lugar eran vigas similares a las que se encuentran en las estaciones de trenes antiguas.
    Le pedí al mozo un café mientras me ponía a observar por la vidriera del bar cómo la lluvia con suma delicadeza mojaba los cuerpos viajeros de las personas. La lluvia purificaba el asfalto indeleble a las almas vagabundas. Todas las almas danzantes son vagabundas en selvas de desesperación y apuro, de inseguridades y desconfianzas. Yo sólo esperaba algo que posiblemente no vendría nunca o no exista más allá que en mis anhelos personales.
    Una señora  que comía un rico filete en una de las mesas pegadas a la vidriera,  se levantó con gran pasividad y caminó hasta el fondo del bar. Su destino era claro: el baño, lugar de abstracción.
   Sabía que la espera retorcía mis pensamientos y los colocaba en un lugar de asimilación. La asimilación me llevaba a un lugar de fatídicos recuerdos, de dolores irreconciliables con el placer, de momentos que rezan por la muerte de la memoria para que todo se convierta en olvido.
   Habían pasado quince minutos y la señora no volvía, me preocupó como si no tuviera otras cosas de qué preocuparme. Pero la situación era más compleja que esa, ya eran cuatro las personas que se levantaron de sus asientos para ir al baño y no volvieron. Uno se podría imaginar varias cosas pero desde la lógica no había correlato alguno entre esas personas. Uno de los que no volvía era, desde mi interpretación, el novio de una muchacha que estaba allí sentada esperando el retorno de su pareja. Me pregunto si ella también estaría esperando algo más como yo lo hacia y, quizá, su novio no tenía que esperar más de lo que lo hizo. En la cara de la muchacha distinguí lágrimas, llegaría su turno antes que el mio.
   Los empleados del bar también tuvieron su espera y la urgencia los hizo ir al baño, ninguno de ellos volvió como los demás ocho clientes que había en el bar. Quedábamos solamente dos personas: la muchacha y yo. Ella me miró con ojos penetrantes y tristes,  no quería irse porque una vez que uno se va, nunca más vuelve. Pero cuánto uno ha dejado en el camino me pregunto yo. No sé para qué me lo pregunto si ya no es tiempo de pregunta alguna, ni de respuestas, ni de nada.
   Ella, la muchacha ,se levantó con delicadeza delicosa y empezó a dirigirse al baño con movimientos de encanto femenino. En ese trayecto me lanzó una mirada cómplice. Ella no sabía por qué esperó tanto, ni qué habría más allá pero se encaminó a descubrirlo casi sin otra posibilidad.
   Me quedé solo en el bar, ya nadie entraba y tampoco salía. Eran las ocho de la noche cuando me dispuse a levantarme. Agarré mi portafolio, le dejé la plata al mozo arriba de la mesa con el vuelto como propina y caminé hasta el baño. La espera había llegado a su fin, pero yo no era alguien que viva de las resoluciones sino de la intriga. No soy alguien que busca la sorpresa sino alguien que adormece con la resistencia. Posiblemente el miedo sea el único absoluto en el mundo y la espera el único camino para intentar superarlo. No lo sé, posiblemente nunca lo sepa. Quizá los que entraron al baño lo sepan o quién sabe capaz no.
   Me detuve, volteé hacia la puerta de salida del bar y bruscamente salí a que la lluvia me mojara el alma una vez más. La estación de ferrocarril estaba a unas cuantas cuadras que tranquilamente pude hacer caminando e irme a casa a seguir esperando.

Parálisis del sueño


Hace poco me enteré que tengo algo llamado "parálisis del sueño" y lo sufro seguido. Es un trastorno psicológico del sueño. Podría describirlo científicamente , pero prefiero describir mi experiencia desde la mejor forma que me sale hacerlo.


En magenta el ambiente quema
derrama confusión
con un pomulus lentus trance alguno
colapso mental en la desesperación fórmica
en los ojos cerrados y abiertos desorbitados
terror y más terror
desde el pecho que se contrae
los músculos que se adormecen ante las presencias oscuras
que me toman de las piernas

un cráter kratos cráneo cronos perfora
las médulas de la conciencia que se evapora
que vuelve desprestigiando su propio devenir

trastorno que se insarta en la vértebra izquierda
de la hipnagógica instancia
de alucinaciones
de gritos y llantos en la habitación
junto a espejismos altaneros de una sintaxis muerta
asfixia sensación de no soportar

logia patológica posemocional síntoma
es el terror del nunca volver a despertar
del vivir duermiendo en despertares del sueño eterno
la necesidad de bruscas brújulas jaulas brutas
que me abran el portal en un espamódico golpe
para volver en sí
para no volver jamás
desde el incubus factor corpóreo
talento a la tente terturia tanta
hasta desequilibrar los aretes de la parálisis
que promete mentir su llegada
ilusoria manera de engañar
real forma de ser engañado

Sábanas


Sábanas,
trascienden la oblicuidad del espacio
se agotan en interminables
       gotas
que la sensibilidad mudó del cuerpo,
sabiendo estrujar huesos de la nostalgia.


El cariño postulado en mis manos,
                                  en tus manos,
me llevan a  v
                     i
                       a
                          j
                           a
                             r
                                 al fondo de esta pesadumbre que se cura con tus besos.


La circunferencia de la piel en el roce constante,
 placer amortiguador de la desgracia
de aquellos terrenos solitarios
que el alma visita semanalmente.


Y es la mente mentecata
de los suburbios con hambre,
de lo hambriento y sombrío de mi asombro
que ante tu sobrecargada presencia consume tu vientre,
cálido hogar y sublime paisaje
 de mi cuerpo amordazado
                                                    ahora
                                                                           liberado

por la ecuación perfecta de tus partes,
rodeando la sombra de mis
                                                        afueras

y adentros.



Todo es tus ojos,
 allí se pierden mis deseos
tartamudeando la noche sobre las sábanas,
saboreando las agujas del reloj que dejan de existir
a causa del eco producido por nuestros suspiros,
verdugos del silencio
 en sus mas profundas
                                                     órbitas.



Ahora el tiempo es fantasma de nuestro tiempo,
eterno,
a la par,
indispensablemente meloso,
incorregiblemente perverso,
irremediablemente cauteloso,
verticalmente sin quererlo
                                                        queriéndolo.

La Santa Rita


El día estaba nublado y se sentía solamente el ruido del viento golpeando contra las ramas de los árboles. Ella los hizo entrar, estaba asustada, temblando de algun tipo de espanto como si hubiera visto un fantasma con sus propios ojos.
La policía estaba acostumbrada a escuchar historias extrañas, la gente parece más superticiosa que nunca. Quizá las personas necesitan creer en algo que los siga atormentando, que les congele la piel y les diga que ellos aún estan vivos.
El policía sacó su anotador dispuesto a escribir alguna declaración. Dos mujeres estaban sentadas enfrente de él, una joven y otra de mayor edad. La más joven empezó a hablar.

_ Le confesaré algo que mantengo escondido. Aquella planta de hojas rojas llamada Santa Rita, esconde junto a sus raíces un cadáver. Y bien que lo tenía merecido el cretino. ¿ o no que era bien cretino Norita?
_ Sí pues sí ¿ pero para matarlo?
_ Eso no te pregunté, limitate a lo que pregunto pues. En fin, como le decía, el domingo amanecí con dolores en el cuello y por la ventana ví que a la Santa Rita se le caían las hojas de a poquito.  Me asusté,  ya que no estabamos en otoño. Ahí recordé que esa planta no era Santa Rita ¿ y por qué le decíamos así Norita?
_ No sé ¿qué planta?
_ Ese de hojas rojas donde enterré a el Santiago.
_ Ah, es que la Santa Rita tiene hojas rojas. Mi nona tenía una allá lejos donde el diablo perdió el poncho... allá bien lejos ... la nona.
_ Claro. Pero ese árbol no tenía hojas rojas hasta después que enterramos a Santiago.
_ Pues dicen que la sangre humedese el suelo... y colorea las hojas.
_ Pinta como remolacha cuando salta la hilacha. Los muertos aún caminan por los patios, nos observan en silencio y nosotros ni cuenta. ¿ es así Norita?
_ Pues sí. Salvo cuando el descanso se les hace tormentoso y el viento que se trepa en las hojas reproduce sus gritos. ! Que Dios los tenga en la gloria!
_ Qué gloria ni qué gloria. Algunos bien muertos estan y ya no hacen canalladas por allí o por allá.
_ Que Dios no te escuche mi hijita, que el diablo ya te conversó.

Ante la confesión la policía procedio al arresto. Fueron al fondo para desterrar el cuerpo de la víctima y vieron que eran como cinco las Santa Ritas exparcidas en el patio.