domingo, 3 de junio de 2012

Viajes

1

   Caminaba por las calles iluminadas de Ramos Mejía. Pasaba, veía gente, analizaba sus vestimentas, sus trotes. Llegó a la parada de colectivo de la línea 182. Se sentó en el banquito ,como todos los findes de semana, a esperar que ella bajara del colectivo que abordaba para ir a Ramos.
   Ya habían pasado tres meses y ella nunca apareció, pero de todas maneras el seguía recorriendo las calles iluminadas de la ciudad, sentaba su cuerpo en la parada del 182 y esperaba que ella volviera. Una imagen se le venía a la cabeza, la de la última vez que la vio bajar. Recordaba su andar, su sonrisa majestuosa, su cuerpo codicia de su ser, sus ojos de hermosura galáctica y su - Hola amor, te extrañe- que su boca expandía por el aire hasta sus oídos.
   Un día, cansado de tanto esperar, se subió al colectivo de recorrido opuesto que lo llevaría hasta donde ella vivía. Pasó por Haedo, Palomar, Hurlingam, San Miguel , hasta bajar en José C. Paz. Una sensación imponente le vibraba por dentro durante el viaje como si muchos pajaritos le recorrieran el pecho. Es que imaginaba que ella habría visto las mismas casas, las mismas avenidas,  los mismos carteles , y quién sabe,  la misma gente.
   Se sentó ahora en un banquito de la plaza que daba al frente de la estación de ferrocarril. Quizá, ella cruzaría y lo volvería a ver a él sonriéndole la vida.
   Eran las doce de la noche, a esa altura no le preocupaba si alguien le hacía algo. Las calles estaban desoladas y podía ser blanco fácil de cualquiera. Pero a él ya no le importaba nada, sólo volver a escuchar una sola voz entre las sombras.
  A  nadie , pero a nadie ,se le ocurrió robarle nada ; ya que con tan sólo verlo a él allí sentado sabían que una mujer le había robado todo.

2

Al cementerio de San Justo nadie le pintaba los muros. El cartel decía claro: " Respete este espacio y no dibuje los muros".
Posiblemente nadie se atreva a disgustar a los muertos. Nadie querría, aunque quisieran, interrupir el descanso infinito. Todos saben que hay que dejarlos ahí tranquilos. La vida ya se los llevó angustiándolos sin descanso por medio de la economía, algunas políticas, la indiferencia, la soledad, los desamores, el Imperialismo, las otras muertes, el egoísmo.
Todos saben que los muertos no quieren más lola, al igual que muchos vivos que todavía siguen sufriendo la economía, algunas políticas, la indiferencia, la soledad ...

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