sábado, 7 de septiembre de 2013

Reposo


1

Se acerca la hora del sueño
y los recuerdos navegan
en los mares de la pesadilla corpórea
de tu cuerpo ausente.

Las sábanas, testigos mudos,
tienen en la memoria algun que otro movimiento
de los cuerpos enlazados en las noches sin luna,
de los sudores que hoy son huérfanos.

Cada rincón saboreaba tu nombre en un acto de canibalismo,
en un acto de frenesí caótico entre tus suspiros y los mios.
Pero hoy todo es silencio ...todo es vacío...
y las horas perdidas buscan un furgón sin nombre.

2

Los sacerdotes nombraban Santa a la muerte,
la coronaban como una mujer pagana pero divina.
Yo te consideraba mi muerte santa,
coroné con espinas el último de mis amores,
aquella última vez que nos vimos sin querer vernos.

3

Cada centímetro de esta casa
tiene una cicatriz profunda,
una herida que se pudre,
son amores que el tiempo resistió.

4

Ellos luchan, no dejan de avanzar,
tienen una fortaleza total que los invade.
En la sangre se huele presencia,
se arde inmortalidad,
y el polvo proclama el devenir de los cambios.
Los muros ya no son tan grandes
y las voces derriban universos;
mis compañeros son estrellas
que dirigen al viento.

5

En esta manera de sentir se hunde el parásito del deseo,
 suplica ser crucificado el placer,
muda de mundo su existir
a un lugar donde ninguna voz lo encuentre,
donde ninguna mano raspe ya su piel,
donde la compañía es la ilusión de los muertos.

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