viernes, 21 de junio de 2013

Fin del dolor







El dolor se sumerge, se pone en viaje.
El dolor pasa infiltrado por la aduana de la alegría.
El dolor sigue ahí, enmascarado sin que lo vean.
Al dolor lo entierran sin autopsia,
nunca se sabe si está muerto.
El dolor tiene muchos nombres,
muchos rostros,
muchos labios,
muchos ojos,
muchos sexos.

El dolor seduce a sus aficionados
que no encuentran brújula sin su presencia.
El dolor mastica el día y escupe la noche.
Es un espectro iluminado de oscuridad,
susurra en el espanto y dialoga con el placer.
El dolor es la espina dorsal de todo humanismo perdido,
es el fuego que quema aunque nadie lo sienta arder.

El dolor no es viejo, está demasiado usado ,
está cansado,
 agotado, agonizando.
El dolor se transforma en otro dolor
que resulta ser el mismo dolor pero con otro maquillaje.
El dolor causa cambios y los cambios causan dolor.
Se mete en las venas y somete al cuerpo a su incapacidad de sanar.

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