domingo, 24 de julio de 2011

Ayer a la noche...

La vi cadeando el mundo en las frías calles de Morón.
Su cabellera rubia quemaba el oro invisible del aire.
Sus piernas de porcelana se movían con una femeneidad seductora.
El tren nos frenó,
                           nos miramos.
                                               Me enamoré.
Así,
      con ella delante de mi,
                                        las estrellas ocupaban un segundo plano.
En las calles que la vi nacer desapareció.
¿Quién eres?
                   nunca lo sabré.

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