domingo, 21 de agosto de 2011

La carta


Querida Señorita Lucía:

   Tuve un sueño. Dirá qué hay de particular en ello. De particular no encuentro nada pero de absoluto todo.
   Verá usted que aún recuerdo la noche en que la conocí. Su cara radiante y fresca, sus manos suaves y eternas.   Algunos días vuelvo a sentir sus manos sobre mi espalda, lo siento como si fuera real. Pero bueno, quién soy yo para determinar que es real o no. Quizá, lo que queda marcado en lo profundo encuentre su realidad en la reproducción de esas sensaciones.
   Déjeme decirle que estoy agonizando. Que el cuentagotas de sangre esta rebalsando. Es esta enfermedad que me consume los órganos, que me aplasta sobre la cama, que no le da sabor a las comidas; pero que aún no me comió el alma y por eso le escribo.
   La crisis existencial que me ha visitado en las tardes por más de cuarenta años, se aproxima a su final. No sabría definirle si yo he sido lo que hice o lo que no hice. Sin embargo, no hice algo por muchos años y hoy encuentro el mayor de los arrepentimientos. Nunca fui a buscarla. Fui tan cobarde, tan racional. No dude usted ni un sólo segundo, que lo que más deseaba era tenerla en mis sábanas revolcada mirándome con esos ojos que clavan glorias y penas. No pude, y le juro que es cierto, sacarme sus labios de los míos;  me pesan de tal manera que la boca se me cae para adelante.
   Soy una tumba vacía Lucía, un aperitivo que las estatuas de los cementerios beben por la tarde. Antes de que la enfermedad me tumbara, deambulaba desorientado por las calles frías de nuestra ciudad. Tan ebrio y tan incoherente.
   Pero quiero volver al sueño. Se trataba de que yo estuviera exactamente como ahora, escribiéndole sobre mi cama, animándome a volver a escarbar el pasado. De repente escucho un golpe en la puerta y era usted que entraba sonriente, con esa hermosura que la caracteriza y me volvía un demente del amor nuevamente.
  Por eso, el intento de escribirle, el intento de reproducir esa hermosa situación. En los sueños uno siente que la carne lo controla. ¿ y si son los sueños la realidad? ¿Y si lo que creemos que es la realidad es en verdad un pasaje racional ilusorio de lo que somos?

   Él dejó de escribir, una congoja lo cubrió por dentro, resbalándole por fuera. Era irremediable, sus energías eran precarias aunque su espíritu quería salir de esa prisión efímera. Sostuvo la respiración con la pretensión de poder oír los sonidos que los pájaros depositaban en su ventana. Le murmuró a las paredes el nombre de Lucía y se echó a dormir.
   Abrió los ojos, se había despertado de una profunda siesta. Esta vez no recordaba ninguno de sus sueños, lo que le generó una angustia plena.
_  Despertaste Victor - dijo una voz en algún rincón de la habitación-
Él volteo su cabeza con gran vitalidad, era ella sentada sobre la mesa de madera amacando sus piernas.
_ ¿Señorita Lucía? - dijo asombrado-
   En ese instante él creyó que ese era el sueño que no lograba recordar.
_ Sí, soy yo Victor - manifestó riendo, después se puso seria y prosiguió-  ¿o acaso conoces a otra persona igual a mi? sería muy triste saber que alguna descarada viaja por allí con mi rostro. Imagínate dónde quedaría lo particular de cada uno. Ya sé, no me digas nada, me vas a decir que lo que es uno depende de otras cuestiones más subjetivas que un trozo de carne que se denomina rostro. Bien Victor, bien, puede ser. Pero a veces la apariencia nos condena y por algo supiste que era yo cuando me viste. Relájate Victor, ¿ o sos el mismo intelectual aburrido de antes?.
_ No, en absoluto. ¿No me ves enfermo tirado en esta cama? Las situaciones cambian a la gente.
_ Qué enfermo ni nada. Esta más jovial que yo Victor.
Él se miró el cuerpo moviéndolo a su voluntad. Era verdad nunca había estado enfermo.
_ ¿Cómo es posible? - dijo él -
_ Mira Victor, - ella  se sentó a su lado-  tuve un sueño. Se trataba de vos. Estabas sentado abajo del árbol de manzano en el que solíamos juntarnos. Estabas leyendo una carta que yo te escribí. Yo te decía, en la carta, que te extrañaba y nunca pude olvidarte. Así que bueno, cuando desperté dije: lo tengo que ir a ver, qué carta ni qué carta. Acción Victor, acción.
_  Hiciste bien en decidirte. Mírame a mí, te estaba escribiendo algo - no encontraba la carta por ningún lado, le pareció extraño- .
_ Tu enfermedad fue siempre pensar demasiado las cosas. Racionalizar el mundo. No se trata de comprender la vida, es posible que ella no sea comprensible; se trata de vivirla Victor, sólo eso.
_ En algún lugar de mi, he escrito esa carta y he leído la tuya  - dijo él, sonriente mirándola a los ojos - .

1 comentario:

vicki dijo...

me encantoo =) saludos!!