lunes, 1 de agosto de 2011

Delirio





Basado en uno de mis tantos sueños.


El cadaver reía sin parar.
Sus ojos rastreaban mi mirada prendida a su ímpetu.
Me mortifique por esa morbosa atracción.
Desee ese cuerpo frío.
Ella tenía habla.
Parecía estar viva.
En realidad yo sabía que estaba muerta.
Sus frías manos me tocaron y cayendo me entregué
a sus besos que eran suaves como el algodón.
Su piel era blanca como la espuma y deliciosa como el caramelo.
La pasión que despertaba la difunta era de una profundidad nunca lograda.

Amamantó el destino.
El niño que le llegó en los brazos,
quizo beber de su lactancia putrefacta.
Su cruel mirada se hizo a un costado,
el niño lloró retumbando las barreras del sueño.
Las cicatices del abandono
saturaron los rieles de los actos impunes.
Impune y asesina eras,
ya te habias acribillado hace tiempo.
Soltaste al niño y lo dejaste caer como basura fuese.

Empezó la lujuria entre la muerta y el que creía  estar vivo.
En actos descontrolados,
violencia seductora,
circo del placer,
tan ardiente como un volcán.

Durante el acto al cual hicimos ritual,
durante la pieles cocinarse en ese fuego desenfrenado,
el color blanco de tu cuerpo muerto
empezó a tornarse de color vida.
El acto consumado, consumío la muerte,
se apoderó de nuestra desdicha,
pinto cuadros de amor;
nos hicimos uno.

Cuando el color madera y el aroma a vino nos encontró ,
recorrimos trotando el mundo,
que entre nuestros cuerpos explorábamos.
La oscuridad se hizo día,
nos tomó por detrás con suave sonrisa.
Nuestra luz se hizo noche,
y nuestros labios susurraron fuego hasta el amanecer.
Tu cuerpo, el color de los crepusculos exóticos.
Mi corazón bebiendo la sangre de tu copa dorada.
Vos me has hecho sentir nuevamente vivo.

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